La Dama de Auxerre es
una escultura exenta de piedra caliza y de 0,65 m de altura
esculpida hacia mediados del s. VII a.C., a principios de la época arcaica del
arte griego. Probablemente es de origen cretense, pero no es seguro, pues un
trabajador del Louvre (donde actualmente se encuentra) la encontró casi por
casualidad en 1907, en el desván de un pequeño museo local de Auxerre (de donde
ha tomado el nombre) totalmente descontextualizada. Desconocemos su autor, y su
estado de conservación es aceptable, salvo en el rostro.
La estatua representa a una mujer, quizá una diosa o una koré, derecha
y de pie, con los pies juntos y paralelos. Una mano está suavemente posada
sobre el pecho, como saludando, mientras que el otro brazo queda a lo largo del
cuerpo. Las manos están sino abiertas, y son desproporcionadamente
grandes. Su cintura es estrecha y marcada, y está vestida a la moda cretense, con una
túnica decorada con plumas o conchas al busto, un cinturón ancho y una especie
de chal que le cubre los hombros.
La cabeza es casi plana y la cara tiene forma triangular, con sonrisa
arcaica y ojos almendrados. El cabello es abundante y está peinado en
tirabuzones anchos y muy marcados, a la moda de la época. Tiene flequillo
y raya al medio, y el peinado cae en dos mechas anchas y rectas a ambos lados
de la cara.
Originalmente estaba policromada, conservándose unos minúsculos restos
de pintura roja y azul en el pecho.
La Dama de Auxerre presenta las características típicas de la escultura
arcaica aunque más primitivas, muy lejos todavía de la mímesis que vamos a
encontrar en los estilos severo y clásico: posición frontal, hieratismo,
sonrisa arcaica (es decir, que se realiza elevando ligeramente las comisuras,
de manera que más que una sonrisa, parece una mueca), partes del cuerpo
reducidas a objetos geométricos, proporciones no naturales, simetría,
reflejando cierta influencia egipcia. La finalidad de este tipo de estatuas
femeninas, en el caso de que se trate de una koré, es votiva. Si se
tratara de la representación de una diosa (quizá Perséfone), habría sido objeto
de culto en un templo. Es la estatua femenina en piedra más antigua de la
escultura griega en bulto redondo, y guarda semejanza con “Hera de Samos”, casi
un siglo posterior (esta última en peor estado, pero realizada con mayor
delicadeza y con proporciones más naturales).
El auriga de Delfos:
Es una escultura original cuyo
autor es Pitágoras de Regio. Se realizó hacia 475 a.C. Se encuentra en el
Museo de Delfos. Es de la época clásica en su primer período, el severo. Es un
retrato de un auriga en un carro.
DESCRIPCION y COMENTARIO
Esta obra está hecha de
bronce, con la técnica de la cera perdida, realizada por partes que fueron
soldadas posteriormente. Es de bulto redondo, tiene un gran detallismo y
naturalidad, ya que pierde esa simetría que había antes en la época arcaica afectando
a casi toda la figura, pues gana realismo en la expresión de la cara, que
aparece serena y sin sonrisa arcaica, aunque aún le quedan algunos rasgos
arcaizantes (rizos del pelo iguales, pliegues del vestido casi simétricos, que
recuerdan las aristas de una columna dórica, posición demasiado erguida, que
podría calificarse de “envarada”). Formaban parte de la obra un carro y
animales, pero han desaparecido casi en su totalidad. La figura está realizada
a tamaño natural.
El hecho de ir conduciendo
el carro hace que ya no sea sólo un retrato sino que es una aproximación a la
realidad natural (mímesis) y hace que gane movimiento y naturalidad al girar el
cuerpo respecto a los pies. También hace que gane espacio el hecho de llevar
los brazos (uno se ha perdido) levantados, cuyas manos sostienen parte de unas
riendas. Al contrario que en la época arcaica, en la que no había apenas
realismo, ni la figura daba sensación real de movimiento ni ganaba espacio,
casi todo en esta figura apunta a una mayor conexión con la realidad. Todos
estos rasgos alejan la escultura del estilo arcaico y la encuadran en el
llamado estilo Severo, que antecede al estilo clásico que comenzará con Mirón y
Policleto.
Los ojos de la figura
estaban hechos de pasta vítrea y en la diadema se conserva restos de plata, así
como de cobre en los labios, para dar un color rojizo a éstos. Ya sabemos que
los griegos policromaban las esculturas para que se parecieran más a la
realidad.
El Discóbolo:
Se trata de una escultura figurativa en bulto redondo realizada en
Grecia por el escultor griego Mirón hacia mediados del s. V a.C., y por su
estilo se encuadraría a principios del Primer Clasicismo, ya rebasado la
rigidez del estilo llamado “Severo”. Es conocida como El Discóbolo (el lanzador
del disco).
El material utilizado es mármol, pero ya que se trata de una copia de
época romana, el original seguramente era de bronce, pues Mirón era conocido
como broncista. Por otro lado, la atrevida posición de la escultura (que luego
comentaremos), exigía un material resistente y rígido que hiciera innecesarios
los apoyos disimulados que vemos junto a la pierna de la escultura de la
imagen. El hecho de que los romanos copiaran los originales griegos nos ha
servido para que lleguen hasta nosotros obras que de otra manera se hubieran
perdido.
La imagen representa a un joven
atleta desnudo (recordemos que así se mostraban en las competiciones deportivas
en la antigüedad griega) en la posición y el momento justo antes de iniciar el
lanzamiento del disco. Esto permite al autor representarlo con el cuerpo
inclinado hacia delante, las piernas flexionadas y los brazos uno estirado con
el disco y otro flexionado junto a la pierna, creando un atrevido juego de líneas
curvas y rectas que se entrecruzan, haciendo que se multipliquen los puntos de
vista, ganando el espacio y transmitiendo una especial sensación de
instantaneidad, de la que hasta ahora había sido tan ajena la escultura griega.
A esto se añade a un excelente estudio de la proporción y de la musculatura,
aunque sin llegar a la perfección que más adelante alcanzaría Policleto. Hay
sin embargo algunos rasgos (como el cabello en forma de casco, el rostro
inexpresivo en el momento de máxima tensión física) que lo alejan del
clasicismo pleno.
No se sabe con seguridad si representaba a un deportista concreto,
(como los kuroi) o genéricamente quería expresar la grandeza de las
competiciones deportivas griegas (Juegos Olímpicos, Píticos…) por medio de un
hombre idealizado. Esta obra fue una de las más copiadas de la Antigüedad,
quizá por lo que suponía de ruptura con los modelos escultóricos anteriores y
por la expresión de un antropocentrismo representado a través de la belleza
armoniosa y racional. La copia más conocida (en mármol) es la que se expone en
el Museo Nacional de Roma.
Doríforo:
Identificación de la obra: Se trata del Doríforo,"Portador de
lanza", posiblemente Aquiles. El autor es el broncista Policleto. Es
una escultura, individual y exenta, el original en bronce, en este caso una
copia romana tallada en mármol. Policleto debió trabajar en el
Doríforo entre los años 450 y 440 a. C. La obra pertenece al arte griego,
en concreto al período clásico s. V a. C. Otra obra importante del mismo
autor es el Diadumenos
El Doríforo representa
una figura masculina, joven, desnuda, de pie; de
tamaño algo superior al natural. La figura está en actitud de marcha, la
cabeza
aparece ladeada hacia la derecha y el rostro dotado de serenidad, con
mirada
lejana y distante. Representa un joven atleta desnudo, aunque lo más
probable es que se trate de una dedicación victoriosa. Desconocemos su
finalidad. El naturalismo y la mímesis se potencia en el estudio
anatómico. Las líneas y planos que marcan los pectorales, las ingles,
cintura y rodillas intentan destacar las formas de un cuerpo adolescente
fuerte y proporcionado.
El contraste por un lado del torso contraído y por el otro extendido da
al
cuerpo un aspecto de dinámico equilibrio debido a alternancia de
miembros
tensos y relajados, posición que se origina al cargar el peso del cuerpo
sólo
sobre una de las piernas. Este juego de curvas y contracurvas, que
Policleto
crea por primera vez, se denomina contraposto. La ganancia del espacio y
la
visión desde múltiples puntos de vista (no sólo frontal) se consigue por
los
suaves movimientos de manos y pies, que se alejan del eje central, y por
el
leve giro de la cabeza, que dirige su mirada hacia la izquierda del
espectador.
Esta figura la pone el propio autor como modelo de proporción en su obra
Canon (que se ha perdido). Vemos cómo para Policleto, la proporción ideal entre
la cabeza y cuerpo es de 7 (de ahí el nombre de canon de 7 cabezas), lo que nos
da un tipo humano musculoso y fornido, lejos del canon de 8 cabezas de Lisipo,
más estilizado. Naturalmente, las relaciones de tamaño también se referían a
otras partes del cuerpo. Por ejemplo,el rostro está dividido en tres partes
iguales: la frente, la nariz y la distancia de ésta al mentón; el pie es tres
veces la palma de la mano; el arco torácico y el pliegue de la ingle son arcos
de un mismo círculo. Así pues, La belleza se traduce en armonía y
proporción.
El Doríforo fue encontrado en el s. XVI en la villa Aldobrandini de
Frascati, y pudo venir a Roma como botín de guerra. Sabemos que ya fue
restaurada en época romana, pues le faltaba el antebrazo izquierdo, y el brazo
derecho. Gracias a un camafeo en el que aparecía su reproducción se comprobó
que la restauración estaba bien hecha. Hoy se puede admirar en el Museo
Nacional de Nápoles.
Friso de las panateneas (decoración del Partenón)
Se trata de una obra de arte escultórica de carácter religioso,
concretamente un bajorrelieve, realizado por Fidias (o en todo caso bajo su
supervisión) hacia el 430 a.C. Está situado en el Partenón de Atenas, bajo el
pórtico períptero, recorriendo la parte superior y exterior del muro de la
cella.
El material utilizado es mármol blanco del monte Pentélico, (el mismo
que el del Partenón), y consta de 114 bloques de longitud variable, de 1,22 cm
de alto y de 60 de grosor, que suman un total de 160 metros de friso corrido.
Estaba policromado, como era normal en la escultura griega, siendo el fondo
seguramente azul oscuro. Las perforaciones en la frente de algunos personajes sugieren
que podrían haber llevado coronas de bronce que se han perdido.
El friso representa una serie de numerosos personajes que desfilan
serenamente en una larga procesión que arranca en la esquina suroeste. Otro
cortejo parte en dirección contraria, y ambos se encuentran en el lado
oriental, donde hacen entrega a la diosa Atenea de un velo. La técnica usada es
refinada y clásica, destacando la magnífica mímesis especialmente en la
representación del movimiento y los vestidos, muchos de ellos con la técnica de
“paños mojados” que da a la tela sensación de pesadez y volumen, a la vez que
deja adivinar el cuerpo al que cubre. El autor (o autores) también han tenido
que superar la dificultad de no repetirse para no hacer del friso una escena
monótona y repetitiva, como vemos en las actitudes, posturas, vestimenta, y
gestos, siempre diferentes. Además los personajes no están aislados unos de
otros ni física (la escena se desarrolla sin interrupciones, pues es un friso
corrido) ni psicológica, pues éstos se miran, relacionándose y conversando
entre sí.
Casi con seguridad, la escena representada es la procesión de las
Grandes Panateneas, que se realizaba solemnemente cada 4 años. En ella, un
solemne y numeroso cortejo compuesto por jinetes, sacerdotes, doncellas,
animales para el sacrificio… hacía entrega a los sacerdotes de Atenea de un
enorme velo o peplo tejido por jóvenes atenienses de importantes familias, con
el que se cubría la estatua crisoelefantina del Partenón. La ceremonia incluía
sacrificios de animales y la presencia de los gobernantes de la ciudad. La falta
de representación de aliados o de un barco simbólico que hacía alusión a la
batalla de Salamina, que formaban parte de la ceremonia en época de Pericles,
hace pensar a algunos historiadores que lo representado es la institución de la
fiesta en tiempos del mítico rey Cécrope, lo que explicaría también la
presencia de los dioses olímpicos, que aparecen sentados en el friso oriental.
En cuanto a su conservación, el friso oeste está aún en el Partenón, pero
los otros tres lados se encuentran en su mayor parte en el Museo de la
Acrópolis de Atenas y en el British Museum, (formando parte de los denominados
Mármoles de Elgin). En el Museo del Louvre se conserva el bello fragmento en el
que aparecen a las Ergastinas, nobles doncellas atenienses que habían tejido y
bordado el nuevo peplos para la estatua de la diosa Atenea, y que se
corresponde con la imagen que comentamos, donde se aprecia, a pesar de la
mutilación, el magnífico acabado. De los 160 metros de friso, se han perdido
32, aunque esta parte la conocemos gracias a los dibujos (actualmente en París)
que hizo un artista francés trece años antes del bombardeo veneciano que
provocó la destrucción del edificio.
Hermes con el niño Dionisos:
Se trata de una escultura griega del clasicismo
tardío (realizada hacia el 350 a.C.) en bulto redondo, con la técnica de
tallado sobre mármol. El autor es del ateniense Praxíteles, quien junto con
Scopas y Lisipo representa la transición entre el clasicismo y la escultura
helenística. La obra es Hermes y el niño Dionisos. Otra obra del mismo autor es
la Venus de Cnido, primer desnudo femenino de la escultura griega en bulto
redondo.
La imagen representa un grupo escultórico con dos
figuras: un joven en pie (Hermes), desnudo y apoyado en un tronco, que
sostiene a un niño (Dionisos) en su brazo izquierdo, con el que parece
juguetear. Del mismo brazo izquierdo de la figura principal pende un manto con
drapeados que casi oculta el tronco del árbol que a la vez de estabilidad a la
obra. El brazo derecho de Hermes está incompleto y probablemente, sostenía un racimo de uvas que Dionisos
(aludiendo a su papel como dios del vino) se esfuerza en alcanzar. Las figuras
son de tamaño ligeramente superior al natural.
La postura del joven, en un fuerte contraposto,
define la típica curva praxiteliana en forma de “S”: el brazo derecho está en
tensión y elevado (aunque se ha perdido casi totalmente), mientras que el
izquierdo se apoya en el soporte; la pierna izquierda, libre de peso, toca el
suelo con la almohadilla del pie, y la derecha soporta el peso, resaltando así
la línea de la cadera. Se forma un juego de líneas que da movimiento a la
figura, propicia una visión no sólo frontal y gana el espacio circundante con
el alejamiento de brazos y piernas respecto al eje central de la figura. El
autor muestra un alto grado de maestría para reflejar las calidades de la piel
humana. Las superficies han sido delicadamente pulidas, sugiriendo la sensación
táctil de blandura. Quedan algunos leves restos de policromía en el cabello y
los pies.
Resalta la belleza ideal, con una anatomía perfecta,
proporcionada y sensual, a la que se añade un leve gesto de sonrisa en el
rostro. El antropocentrismo propio del esta época hace que la representación de
la divinidad se humanice, hasta llegar, como aquí ocurre, a representar a dos
dioses griegos en una pose totalmente anecdótica.
Quizá esta escultura encontrada “in situ” en el
santuario de Olimpia en 1877 (en cuyo museo se expone) se realizara como una
alegoría de la paz entre los habitantes de Elis que tenían a
Hermes como patrón y Arcadia, que tenían por patrón a Dionisos. Posiblemente es original
de Praxiteles, pues concuerda con la explicación que de ella hace Pausanias en
su “descripción de Grecia”. Sin embargo, algunos detalles técnicos (uso de
trépano en el cabello y de gradina –especie de escoplo plano y dentado- que son
propios de épocas posteriores) también permiten suponer que sea una copia
romana del s. I. El rostro es el prototipo de belleza clásica que llegará hasta
el Renacimiento.
Apolo sauróctono:
Ménade danzante:
Se trata de una escultura de bulto redondo, una réplica romana de una
obra original hecha en mármol en la época del clasicismo tardío griego (siglo IV a. C). Se encuentra en Dresde
(Alemania) en la colección de Antigüedades del Estado. Su autor es Scopas,
escultor natural de la isla de Paros. Esta obra es conocida también como
“Ménade danzante” o “Ménade furiosa” y representa en pequeño tamaño (la pieza mide 45 cm.) a una de las
ninfas que acompañaba o rendía culto al dios griego Dionisos, y se encontraba
casi con seguridad formando parte de la decoración escultórica del Mausoleo de
Halicarnaso. Su estado de conservación es bastante deficiente, pero permite
captar lo esencial de la figura.
La ninfa de Dionisos aparece representada cuando, poseída por el furor
dionisíaco, danza frenéticamente en pleno éxtasis, semidesnuda, por lo que
aparece en una violenta contorsión, dibujando su cuerpo una curva pronunciada,
ya que está inclinada hacia atrás, abriendo provocativamente el vestido por uno
solo de sus lados por efecto del violento movimiento, con la cabeza elevada,
torcida, mirando hacia arriba, los ojos hundidos y el pelo rizado cayendo por
la espalda. Es destacable el trabajo muy profundo de los paños que provoca
violentos contrastes de luz y sombra, realizados con la técnica de “paños
mojados”, adheridos al cuerpo, transparentándolo. Los labios entreabiertos y
los ojos hundidos contribuyen a aumentar el claroscuro de la imagen y a
aumentar su dramatismo.
Pese a que Scopas continúa con la tradición del siglo V antes de Cristo
en cuanto a las proporciones de los cuerpos, se muestra preocupado por la
representación de los estados del alma relacionados con la pasión, la
violencia, el sufrimiento y el patetismo, tratando de representar el interior
atormentado del personaje. Se ha roto la serenidad y el equilibrio propio del
clasicismo de Fidias. La influencia del autor en el helenismo posterior es
enorme, tanto a través de sus obras como de sus discípulos. La tendencia
dramática que representa, la veremos por ejemplo en la escuela de Rodas y
Pérgamo, en obras como “EL Laocoonte y sus hijos” y “El altar de Zeus” en
Pérgamo.
Apoxiomeno:
La obra da claras muestras de naturalismo realista, en la cuál vemos un
hombre con un equilibrio perfecto entre músculo y definición muscular,
siendo por tanto una escultura naturalista y figurativa. Alberga buenos
detalles, como el ombligo, las costillas o la arruga de la frente. Los
músculos crean relieves, provocando de esta manera una sensación de
claroscuro.
La escultura carece de policromía, presentando únicamente el color
blanco característico del mármol. También destaca la proporcionalidad,
siendo esta de 8/1 (8 cabezas equivalen a 1 cuerpo), haciendo la figura
más esbelta
Basándonos en que es una escultura griega del periodo postclásico (IV .a C.), hecha por Lisipo, podemos decir con certeza que se trata del Apoxiomenos.
Esta obra representa a un atleta que se está limpiando el aceite de su
cuerpo con un estrígilo, mientras nos observa con la mirada. Lisipo
emplea el un nuevo canon diferente al de Policleto (7/1), empleando 8 cabezas como un cuerpo, haciendo así una figura más esbelta.
Esta obra no es original, ya que se trata de una copia romana, ya que la
mayoría de originales griegas se perdieron, y fueron los artistas
griegos llevados a Roma los que realizaron las copias, como esta que
tenemos.
Las innovaciones de Lisipo adelantaron durante el periodo postclásico el
helenismo, creando figuras con posturas que dotaban de cierto
movimiento y fragilidad a sus obras.
La obra de Lisipo se caracterizará por el realismo y las grandiosas
escalas de sus proporciones, teniendo como referencias a los grandes
escultores Fidias, adoptando de éste la idealización de la naturaleza,
Praxíteles, sus superficies ondulantes tan atractivas al tacto, y de
Scopas, de quién absorbe la perfección en los detalles, definiendo así a
Lisipo como un artista muy bueno técnicamente.
Además, Lisipo también fue el retratista de Alejandro Magno, el Grande,
realizando varios retratos suyos. Desarrollará la capacidad de
sobreponer la fuerza interior al exterior, individualizando de
sobremanera cada una de sus obras.
Entre las obras de Lisipo destacan el Hércules Farnesio, Ares Ludovisi, o el Hércules Epitrapecio.
Laocoonte y sus hijos:
Se
trata un grupo escultórico en mármol y en bulto redondo que representa a tres
personajes, de tamaño ligeramente superior al natural y probablemente de época
helenística (s. II a.C.) y de la escuela de Rodas, pero algunos autores lo
sitúan en el s. I d.C. tras los hallazgos de Sperlonga –Italia- en 1957 (en una cueva junto al mar,
probablemente un ninfeo –templo dedicado a las ninfas, diosas menores de las
aguas- repleto de grupos escultóricos parecidos a este, aunque de inferior
calidad).
Los
autores, según se lee en la propia escultura son Agesandro, Atenodoro y
Polidoro.
En la obra,
que tiene una composición piramidal y puede verse desde distintos ángulos
(aunque la vista preferida es la frontal), vemos a un hombre de mediana edad
(el sacerdote troyano Laocoonte) sentado y luchando desesperadamente contra
unas serpientes que le atacan y enroscan, a él y los personajes que tiene a
cada lado (sus hijos), que permanecen de pie. Los tres personajes aparecen
desnudos, lo que permite apreciar, especialmente en Laocoonte, una perfecta
musculatura en tensión. La mímesis (imitación del natural) está
perfectamente conseguida en la perfección con que esta realizada la anatomía:
volumen, movimiento y proporción.
Hay una línea de fuerza en diagonal que
partiendo del pie de Laocoonte asciende
a través de su cuerpo hasta su brazo (por cierto, no hallado en su momento pero
recuperado milagrosamente de un anticuario a principios del s. XX). Otras
líneas de fuerza, siguiendo la misma dirección, se sitúan arriba y debajo de la
principal. Mostrando el típico pathos helenístico, la cabeza se retuerce en un
gesto de dolor y desesperanza ante la próxima muerte de él y de sus hijos,
acentuada por la profundidad de la mirada y por boca entreabierta. El uso del
trépano permite aportar realismo a la expresión del rostro y los cabellos. Los
otros dos personajes, el de la izquierda más joven que el de la derecha,
también expresan esos sentimientos de miedo y de dolor: el mayor mira a su
padre como pidiendo ayuda, mientras el pequeño casi ha sucumbido ante el ataque
de las serpientes.
La obra se identifica fácilmente con la que Plinio el viejo describe en su Historia Natural situándola en el palacio de Nerón. Fue encontrada a principios del s. XVI en Roma, en las excavaciones de la Domus Aurea de Nerón, y enseguida despertó gran admiración, influyendo sobre Miguel Ángel (quien asesoró al papa sobre el valor de la escultura y la restauró con acierto, añadiéndole a Laocoonte un brazo cerrado, muy parecido al auténtico que se encontró siglos después) y otros escultores manieristas y barrocos, como Bernini. Actualmente se conserva en los museos vaticanos.
La obra se identifica fácilmente con la que Plinio el viejo describe en su Historia Natural situándola en el palacio de Nerón. Fue encontrada a principios del s. XVI en Roma, en las excavaciones de la Domus Aurea de Nerón, y enseguida despertó gran admiración, influyendo sobre Miguel Ángel (quien asesoró al papa sobre el valor de la escultura y la restauró con acierto, añadiéndole a Laocoonte un brazo cerrado, muy parecido al auténtico que se encontró siglos después) y otros escultores manieristas y barrocos, como Bernini. Actualmente se conserva en los museos vaticanos.
Venus de Cnido:
La Venus o Afrodita de
Cnido es una obra escultórica exenta, de bulto redondo, y tamaño
natural. La obra original estaba esculpida en mármol de Paros y
pertenece al escultor griego Praxíteles. La realizó hacia el año 360
a.C., por lo que pertenece la etapa del clasicismo tardío. Otra obra
bastante conocida del mismo autor es Hermes y el niño Dionisios.
La escultura representa a
una mujer completamente desnuda (Afrodita, la diosa griega de amor) que
va a ponerse la ropa, la cual descansa sobre una hidria (ánfora para
contener agua), justo después de darse un baño. Tanto la vasija como la
ropa sirven en realidad, junto con un pequeño suplemento de piedra, de
apoyo a la figura femenina. Afrodita está colocada en una posición
llamada contraposto: una de las piernas soporta todo el peso, mientras
que el otro pie apenas toca el suelo. De esta manera se crea una gran
curva en la cadera dibujando una pronunciada “ese”, que constituye la
famosa “curva praxiteliana”. Por esta razón necesita un apoyo para
compensar su desequilibro, que en este caso son el manto y el ánfora
sobre los que se apoya. Con la mano derecha se cubre el pubis, mientras
gira la cabeza hacia su izquierda. El pelo lo lleva recogido con un moño
y una diadema. El acabado de Praxíteles muestra un gran dominio del
arte de la escultura, con una mímesis perfecta en lo que a anatomía se
refiere, con un canon estilizado y una armoniosa proporción. El
contraposto dota a la imagen de la ilusión de movimiento, y la ganancia
del espacio se consigue al separar ligeramente los miembros del eje
central de la figura, y al dirigir a mirada hacia un punto apartado del
espectador. Según los autores antiguos, la mujer que sirvió como modelo
era una tal Friné, cortesana amante del escultor.
La figura está cargada
de sensualidad y erotismo. Se da la circunstancia de que fue encargada
por los ciudadanos de la isla de Cos, pero la rechazaron al considerarla
demasiado provocativa (de hecho, es el primer desnudo femenino en bulto
redondo de toda la escultura griega), a pesar de que se cubre el sexo
con una mano (y por eso pertenece a la categoría de las llamadas “venus
púdicas”); finalmente fue adquirida por los habitantes de Cnido, quienes
la colocaron en un pequeño templete abierto. Llegado el cristianismo,
El emperador Teodosio la trasladó a Constantinopla, pero desapareció en
un incendio. Sin embargo, al ser una obra muy famosa y venerada en la
Antigüedad, se han conservado numerosas copias, entre las que destaca la
llamada Venus Colonna, copia romana que se conserva en los museos
Vaticanos, aunque la más conocida es la del Museo Nacional de Roma, que
nos sirve de imagen para el comentario.
Se trata de una obra de
arte escultórica en bulto redondo. No se conoce con seguridad al autor,
aunque probablemente sea (por coincidir el lugar y el momento)
Pithokritos de
Rodas, que realizaría hacia el 190 a.C. Su estilo es Griego
antiguo, y más concretamente del periodo helenístico. El material
utilizado es mármol policromado, aunque apenas le quedan restos de
color.
Esta figura, que mide 2,45 ms. de altura, representa a una
Niké o Victoria alada que está posándose sobre la proa de un barco que hace de
pedestal. Formaba parte de un monumento levantado por los rodios para
conmemorar la victoria sobre Antioco III, rey de Siria. Pero no es solamente el
recuerdo de una acción bélica, sino, como vamos a ver, un canto a las fuerzas
de la naturaleza: el viento y el mar. Se llama de Samotracia porque en esta
islita del mar Egeo, en el santuario de Cabiros, se levantó el monumento del
que forma parte la figura que comentamos.
Está vestida con un jitón muy fino que dejar transparentar
la anatomía de la figura. Los infinitos pliegues del ligero vestido fluyen
alrededor del cuerpo, se pegan al pecho y vientre, insinúan y realzan las
bellas formas redondeadas. Dejan ver el estómago e incluso el ombligo. Recuerda
la técnica de paños mojados de Fidias. El manto forma un rollo sobre el muslo
derecho para caer luego entre las piernas, dando lugar a una composición muy
característica en otras figuras femeninas de la misma época. El escultor
refleja el momento mismo en que la Victoria se posa, por lo que se hace creíble que
el ímpetu del viento haga que la ropa se le pegue literalmente al cuerpo.
Hay que fijarse también en la abundancia de pliegues de la
parte inferior de la escultura. Van en distintas direcciones, dando idea de que
la Victoria se enfrenta a un verdadero remolino ascendente que quisiera
atraparla. La vestimenta se
proyecta con fuerza hacia atrás en el lado derecho. Las mismas alas de plumas,
de gran longitud, también están sometidas al ritmo y la dirección del viento.
Esta obra es una
escultura original y se encuentra en el museo del Louvre (París), y
pesar de que nos ha llegado sin cabeza ni brazos, algún crítico ha dicho
que no los necesita para ser más bella. El dinamismo de
la figura, la agitación de los vestidos, la línea diagonal que surge en
la
pierna, indican que se ha perdido la serenidad clásica, y es que estamos
en el
periodo helenístico. El artista futurista Marinetti la escogió como
prototipo del arte de la Antigüedad, al pronunciar su famosa frase "un
automóvil rugiente es más bello que Victoria de Samotracia".
Relieves del altar de Pérgamo:
Se trata de una obra de arte escultórica, concretamente
un altorrelieve esculpido en mármol, del s. II a. C. (180-160 A.C.), y
pertenece por lo tanto al período helenístico, concretamente a la escuela de
Pérgamo (actual Bergama, en Turquía). Conocemos el nombre de algunos de los
autores: Dionisiades, Orestes… El material utilizado es mármol.
La parte inferior del altar de Pérgamo está recorrida por un
friso corrido de unos 120 m. longitud por 2,30 altura, protegido por una cornisa
muy saliente y decorado con altorrelieves casi de bulto redondo. El tamaño de
las figuras (que en total son más de 100) es algo más grande que el natural.
Las escenas representadas son, por una parte, la lucha entre los dioses y los
gigantes (Gigantomaquia); y por otra parte, se narra el mito de Telefo,
fundador mítico de la dinastía reinante. En la ilustración se ve una escena de
lucha con 4 personajes, uno de ellos la Diosa Atenea, que se reconoce por su
escudo. Vemos que las figuras se entrecruzan unas con otras, un ambiente donde
las telas se abultan, se anudan y retuercen, donde las caras viven la
tensión y el anhelo, donde cualquier calidad -telas, piel, plumas- recibe un
tratamiento individualizado y convincente. Los desnudos poseen una anatomía
musculosa y elástica, mostrando figuras en todas las posturas: de
rodillas, de espaldas, de pie, corriendo, tumbados, atacando, esquivando… Son
ejemplo de expresividad, de composiciones entrelazadas, de movimiento, tanto en
las posiciones de las figuras como en los ropajes ampulosos y movidos por la
acción. Todo típico del periodo helenístico. Hay rasgos en los rostros que nos
recuerdan al Laocoonte, y la composición se asemeja a la de los frisos del
Mausoleo de Halicarnaso, obra de Scopas.
La iconografía se interpretó siguiendo la Teogonía de Hesiodo: la monstruosa raza de los gigantes, hijos
de Urano y Gea, se disputan, al principio de los tiempos, el dominio del
universo con los dioses olímpicos. Estos los derrotaron bajo la dirección de
Zeus y Atenea. El mito es una alegoría de la victoria de la civilización, de la
naturaleza organizada, contra la barbarie, fuerzas del desorden y de lo
irracional. El tema tiene una profunda relación con las difíciles guerras que
los reyes de Pérgamo (personalizados en los dioses griegos) tuvieron que
mantener contra sus enemigos los galos o celtas (personalizados en los
gigantes). Coincidió además que fue una época de gran esplendor cultural y
artístico.
El altar fue encontrado en 1877 por arqueólogos alemanes, quienes
gestionaron la compra del monumento al imperio turco por un valor de 20.000
marcos-oro. El monumento fue desmantelado y actualmente se expone en el Museo
Estatal de Berlín. Parte de los frisos permanecen en el monumento, y otros
están expuestos en la pared de la sala donde está reconstruido el altar.
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